Amaury da Cunha
Apología de la intimidad
Fotografías de la serie «Después de Todo» (Après tout)
Patricia Martín-Sánchez: ¿Por qué has titulado tu serie más reciente «Después de Todo» (Après tout)?
Amaury da Cunha: Fotografío a la velocidad de la vida, con un sentimiento de extrema urgencia. La imagen emerge para oponerse a la disonancia del mundo, la suspende. Y tengo la sensación de que es el único medio posible para comprender el tiempo. Todo debe conducir a una fotografía sublime y justa. Sin embargo, el trabajo transcurre gradualmente; sólo con la perspectiva del tiempo entiendo qué relaciones son posibles entre las fotografías. Mi trabajo recoge lo que afecta al espíritu, a los ojos; y más tarde, «después de todo», busca encuadrar para «preservar» esta experiencia como escribió el poeta Henri Michaux.
PM: Describes tu trabajo como «ir más allá de lo íntimo». ¿Qué quieres decir?
AdC: No puedo partir sólo de lo que veo, de la vida inmediata. Sin duda el anclaje de mi trabajo es autobiográfico, pero mi deseo es que al final las imágenes se despeguen de su contexto para que nos hablen sobre nuestro drama original que es el de la pérdida. Crear una revelación en el otro, dentro de sí mismo, es el objeto que busco a través de la fotografía.
PM: «Después de Todo» parece prestar especial atención a la experiencia de la visión. Por ejemplo, el autorretrato con tus ojos cubiertos parece abordar tanto el acto creativo de la fotografía como la experiencia del mundo «desde dentro». ¿Eres consciente de esta referencia a la visión o la percepción?
AdC: Fotografiar es un acto de conexión. Un «certificado de presencia» como decía Roland Barthes. Al mismo tiempo, para mí la superficie de las cosas está sujeta a constantes proyecciones mentales (en su mayoría inconscientes). El mundo te atrae porque hay algo ahí fuera que se parece a ti y por eso te produce un eco extraño (¿un pensamiento?, ¿el fragmento de un sueño encontrado?) que te abre los ojos y libera una forma en tu mente. Sin embargo, no trato de escapar, de alterar el mundo. A partir de una experiencia concreta, a partir de algo al alcance de los ojos (una mujer detrás de una ventana, un hombre que cubre sus ojos, un niño que se ahoga) se produce el asombro, sin ninguna puesta en escena. Nos interesa lo que nos observa, lo que nos preocupa íntimamente, en la alegría y también en el dolor.
PM: Me parece que practicas una fotografía subjetiva, la cual aspira a representar tu propia experiencia del mundo. ¿Crees que la objetividad es alcanzable en la fotografía?
AdC: Otros lo creen. Pero no me encuentro en las llamadas imágenes objetivas (la escuela de Dusseldorf y los maestros que la practican). Esas imágenes me dan la sensación de un mundo abandonado a sí mismo y observado por muertos.
PM: Tu trabajo transmite una cierta sensación de «desamparo», como si los sujetos hubiesen sido arrancados de sus contextos funcionales. Tu estilo visual incide en esta impresión: a veces una sombra densa rodea al sujeto, aislándolo de su entorno físico. Tus fotografías también me recuerdan a las primeras películas existenciales. Así, en tu trabajo se encuentran elementos de alienación y soledad, los momentos de elección existencial y, en fotografías como la de la vaca muerta, aparece la certeza de la muerte. ¿Consideras que tienes un enfoque existencial de la fotografía?
AdC: El acto fotográfico es puramente existencial. Fotografío estando atento a la vida real pero, al mismo tiempo, si fuese la única motivación de mi trabajo, podría reducir la experiencia a una sublimación que sólo vería yo. La exigencia de la visión desplaza la aventura brutal y salvaje a un plan estético: la construcción de una mirada. Respecto a los temas «aislados» de su contexto, es peor que eso, resulta más violento, se trata de un desgarro del espacio, una captura del momento: al fotografiar, corto un pedazo del mundo que permanece huérfano un momento, hasta que otra imagen, capturada más tarde, viene a resonar con ella. Al editar las imágenes que has seleccionado para right.click, tú asocias, por ejemplo, la vaca muerta y la mano extendida sobre las piedras. Muy bien. Pero en realidad, yo no tenía ni idea acerca de ese posible vínculo. Creo que el reto de la aventura fotográfica es encarnar, posar, representar lo que me obsesiona. Y luego tener paciencia para esperar la coincidencia favorable entre lo que pienso y lo que veo.
PM: Tu fotografía puede provocar en el espectador la experiencia simulada del «nunca visto» (jamais vu), el ver un objeto familiar con un repentino estallido de claridad natural, como si uno nunca antes lo hubiese visto así. ¿Buscas un elemento de sorpresa o surrealismo en tus temas?
AdC: Busco dar forma concreta a la sorpresa, a la impresión, como si cada imagen fuese la primera y la última de mi vida. Me gustaría que la imagen saltase a la vista del espectador, como si se tratase incluso de una «mordedura». Me influenciaron mucho varios textos de André Breton y lo que siempre me ha interesado de él es la realidad desnuda, banal y cotidiana que se recibe de golpe mediante la fuerza de la mirada o de la escritura. Nada de surrealismo, de búsqueda de un «mundo diferente» o un nivel superior de realidad. Al contrario, se trata de encontrar una distancia que nos permita contemplar la vida como algo accesible y sagrado.
PM: ¿Cómo te implicaste en la fotografía?
AdC: La poesía me conmovió mucho. Me abrió los ojos. Pienso, por ejemplo, en Yves Bonnefoy. Pero también la fotografía de Robert Frank, la cual me ayudó a encontrar mi camino. En algún sitio, él afirmó que fotografiaba para saber cómo se encontraba; éste es también el objeto de mi investigación o, para decirlo más humildemente, mi mayor deseo. Me identifico además con lo escrito por el crítico de arte y escritor Bernard Lamarche-Vadel acerca de los fotógrafos estadounidenses de la década de 1970 (Lee Friedlander, Callahan, etc.) que consiguieron integrar «su situación existencial» en el acto de ver.
PM: ¿Qué estás leyendo y qué música escuchas? ¿De qué manera informan tu práctica?
AdC: La Pesanteur et la grâce (1940-1942) [trad. cast.: La gravedad y la gracia, 1994] de la filósofa Simone Weil. Se trata de una recopilación de pensamientos; fragmentos maravillosos que me aportan la luz que intento transmitir en mis imágenes. Escucho a J.J. Cale… Una vez encontrado el buen tempo, nada malo nos puede suceder en nuestra aventura del mundo.
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Enlace a la versión original de esta entrevista en francés.
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